Musicar un poema es difícil. Es aunar lo que es ajeno, hacerlo propio, convertirlo en parte de otra arquitectura.
Es como guardar un gato en una cajonera. Que maúlla cuando no debe, que lejos de ser dócil a las notas se vuelve arisco e impertinente. Llegar a ese equilibrio no es fácil, y sólo está al alcance de aquellos que respetan la palabra como si fuera
propia, que saben que se mueven en un medio distinto, que tiene sus propias normas y sus servidumbres.
Este equilibrista de la música y la palabra se llama Luis Medina. Sus silencios entre disco y disco se explican en el extremo cuidado con que ha forjado dos lenguajes que no siempre están condenados a
entenderse, cuya vida es mucho más cómoda en habitaciones separadas.
Soy de los que piensan que los poemas no pertenecen a su autor, que son de quien los lee. Mucho más cuando hay otro, al otro lado, que decide recrearlos, y les da un nuevo atrezzo. Estos poemas que firmo son las canciones de Luis. Y que una vez grabadas tampoco serán suyas. Serán de las bocas que las canten en sus conciertos, en la soledad de su coche, en la intimidad del iPod.
Trabajar con Luis, formar parte de este disco, no es sólo un regalo. Es la posibilidad de que los poemas que un día escribí tengan una nueva vida. La de estas canciones que están ustedes a punto de escuchar.
Pablo García Casado

El “Presente continuo” siempre ha estado ahí. Pero en mi vida ha ido tomando forma tras un constante sentir de muchos años que han ido configurando lo que hoy soy; supongo que, en cierta forma y cada cual desde su perspectiva, lo que hoy somos, a una edad determinada, en un momento histórico determinado, si es que aún podemos hablar en términos históricos. Un disco cocinado lentamente, que comprende dos poemas de mi amigo Pablo García Casado, poeta imprescindible del presente, y un soneto erótico de Tomás Segovia, que tuvo a bien regalarme un libro que lo incluía. El resto son reflexiones propias, preguntas, historias elaboradas desde una vida que transito feliz.
Hoy, que escuchar un disco completo se ha vuelto un suceso singular, planteo el hallazgo del disfrute atento, de volver a la dimensión humana y musical del tiempo, donde cada nota está escrita para que se encuentre algo en ella. Saborear la conjunción de letra y música como algo indisociable. Respirar los paisajes musicales que los unen. Nada me causaría más satisfacción que conseguirlo. Para ello, he contado con unos músicos sencillamente extraordinarios, buenos amigos todos. Su disponibilidad y respeto, su actitud atenta sólo ha sido comparable a su inmenso talento.
Luis Medina